Equilatero presenta :: Walterio Iraheta > Cajita Feliz

When:
11 April, 2015 @ 5:00 pm – 8:00 pm
2015-04-11T17:00:00-06:00
2015-04-11T20:00:00-06:00
Where:
Equilátero

Equilátero se complace en presentar la obra reciente del artista salvadoreño, Walterio Iraheta. Esta muestra, cajita feliz, cuenta con una instalación, pinturas y dibujos.

“Cuando jugamos, nuestro objetivo no es ser eficientes, ni prácticos, ni completar una labor con rapidez y seguir con la siguiente. Cuando jugamos repetimos movimientos y labores, hacemos cosas inútiles por el placer de hacerlas.”

Rossi Braidotti

La cajita feliz
Una instalación de Walterio Iraheta

Por Beatriz Cortez

La instalación del artista salvadoreño Walterio Iraheta titulada La cajita feliz incluye una serie de juguetes en grafito sobrepoblando una amplia mesa gris. Es el mundo de los juguetes, con sus contradicciones, su violencia, su imposición de una rígida construcción del género y su normalización del espacio social. Pero los juguetes se rebelan cuando toman vida a través de la imaginación de alguien dispuesto a jugar. Y entonces, pueden revertir su destino de fiscales de la niñez y pueden engendrar un espacio para soñar.

Como lo señala Giorgio Agamben en un hermoso texto titulado “El país de los juguetes”, la práctica del juego permite interrumpir la percepción cronológica del tiempo. Jugando, dice, entramos a un espacio donde el tiempo se acelera. Cuando jugamos podemos convertirnos en otro ser, podemos estar en dos lugares al mismo tiempo, podemos lograr que el tiempo se mueva hacia adelante, hacia atrás o dando saltos en direcciones opuestas. El juego da rienda suelta a nuestra imaginación, puede funcionar como un medio para escapar de la lógica del capitalismo. Pues al jugar el tiempo ya no es oro. Cuando jugamos, nuestro objetivo no es ser eficientes, ni prácticos, ni completar una labor con rapidez y seguir con la siguiente. Cuando jugamos repetimos movimientos y labores, hacemos cosas inútiles por el placer de hacerlas. Como dijo Rossi Braidotti al teorizar sobre los motivos de llevar a cabo un proyecto, como en este caso, uno juega “por ninguna razón. La razón no tiene nada que ver con esto. Hagámoslo por las ganas de hacerlo—para merecernos nuestra época mientras resistimos los tiempos y por amor al mundo” escribió la filósofa.

Yo tuve la suerte de visitar el estudio del artista en septiembre pasado y de ver las piezas en proceso. Entonces vi a los juguetes de colores perdiendo sus identidades bajo un manto gris. El artista enmascarado le fue arrancando a cada uno su color y lo fue transformando en una escultura de grafito. Todo un mar gris. Por eso estos objetos sobre la mesa ya no son juguetes. Son acaso los restos de los juguetes que alguna vez fueron. Son acaso lo que queda, un testigo silente de una muchedumbre de niños anónimos que consumieron comida rápida y que luego le dieron vida a los juguetes con el motor de su imaginación, quién sabe dónde, quién sabe cuándo. Niños atrapados por el capitalismo en su ración cotidiana de carne importada, de administración masiva de la vida y la muerte de los animales, en la explotación de la mano de obra que genera esa comida llena de grasa y poco salubre en cuestión de minutos, engendrando así una de las calamidades más grandes de esta época, la obesidad. Es, sin duda, una visión que perturba.

Pero el artista ha sacado estos juguetes de su baúl, los ha colocado sobre la mesa y los ha transformado en figuras de color grafito. Por eso ahora los juguetes oscilan entre el mundo que posibilitaron con la ayuda de la imaginación de una muchedumbre de niños, y ese mismo mundo que ahora niegan estáticos y grises sobre la mesa, en la ausencia de los niños. Agamben reflexiona que “una vez el ritual y el juego terminan, ellos, siendo residuos vergonzosos, deben ser escondidos y guardados porque de alguna manera constituyen la negación tangible de lo que, sin embargo, han logrado posibilitar”. Ahora, ya sin niños y sin la imaginación de quien quiere jugar, estos juguetes que podrían ser poco más que los restos del capitalismo salvaje saltan de la mesa para remontarnos a nuestra memoria de niños. Y así, intervenidos por la mano del artista, se mecen y oscilan entre sus diferentes vidas como símbolos cargados de los males de nuestros tiempos pero también de nuestra ruta de escape a otro mundo donde todo es posible.

* Beatriz Cortez es artista visual, y crítica literaria y cultural.

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